miércoles, 21 de septiembre de 2016
domingo, 18 de septiembre de 2016
EXPEDIENTE ROSWELL... Primeras lecturas...
El presunto
accidente en Roswelll de una nave de origen desconocido tripulada por seres no
humanos ha sido a su vez uno de los informes más reveladores del fenómeno OVNI
y el caldo de cultivo para que se gesten -a lo largo de 69 años- los fakes más
descarados y la primera campaña de descrédito emprendida por un gobierno (USA)
para negar la realidad tras el fenómeno OVNI. Esto último, un descarado
ejercicio de desinformación, fue avalado desde la década de los noventa por una
rigurosa investigación de campo que se eleva a categoría de documento
científico a manos del ávido autor e investigador Javier Sierra (Roswell,
secreto de estado). Donde el autor destapa un espectacular ejercicio de
embaucadora propaganda acometido por el ejército, el gobierno y los medios de
comunicación americanos al unísono.
Los datos en
torno al caso, con sus más y sus menos, son de sobra conocidos por los
estudiosos de este incidente. Pero el público en general ignora la trastienda
del caso Roswell, con notables indicios que apuntan claramente y con poco
margen de error a que algo verdaderamente extraño y extraordinario ocurrió allí
durante 1947. El fraude premeditado y orquestado por Ray Santilli -respecto a una autopsia que no era tal- fue debidamente desmontado en el citado libro
-tanto por Javier Sierra como por Josep Guijarro- pulverizando el poco interés
que existía en la población mundial respecto al caso Roswell.
Y ahora, en
nuestra época, otro evento similar a la presentación de aquel “revelador” film
despertó el interés de la comunidad ufológica que veíamos como unas polémicas diapositivas pretendían ser la
prueba definitiva del evento Roswell.
Gracias a
internet y las redes sociales, durante el pasado año 2015 tuve ocasión de
seguir el desarrollo de la investigación en directo y meterme en el meollo
desde el primer segundo. Algo inédito hasta la fecha. Recordemos las herméticas
investigaciones que han dominado desde sus inicios el campo de la ufología.
Algo está cambiando...
De hecho, en
2015 a raíz de esto se creó un grupo llamado “Roswell Slides Research Group
(RSRG)” donde el investigador gaditano José Antonio Caravaca, en colaboración
con otros expertos, llevó a cabo un riguroso análisis multidisciplinar que
resolvió una trama orquestada en torno a unas dudosas diapositivas, cuyos
expositores pretendían apuntalar como prueba definitiva de la presencia
extraterrestre en la Tierra y, de paso, vincularlas al incidente Roswell. Un
nexo que jamás existió más allá de la imaginación de sus promotores.
¡La
encrucijada es tremenda! Sus entresijos imposibles de abordar en una nota tan
breve como esta y el estudio publicado por Caravaca al respecto (Expediente
Roswell, el informe definitivo. Ediciones Oblicuas 2016) revelador como ningún
otro. Por eso no puedo más que recomendar vivamente su lectura. Pero al margen
de la controversia que ha rodeado las diapositivas me quedo con ese “algo está
cambiando...”
Caravaca lo
ha definido del siguiente modo: “Sin
pretenderlo, demostramos que esta novedosa forma de encarar la investigación ovni
puede traer muchas satisfacciones a una disciplina que cada cierto tiempo se ve
salpicada por un escándalo que le resta muchísima credibilidad de cara a la
opinión pública. Sin querer menospreciar los evidentes adelantos originados por
ufólogos independientes, queda claro que para abarcar o enfrentar determinadas
investigaciones se hace indispensable elevar otro tipo de encuestas
radicalmente diferentes a todo lo que habíamos visto hasta la fecha. El trabajo
en equipo, la comunicación y la confrontación de opiniones opuestas se hacen
indispensables para afrontar los desafíos de la investigación ovni de este
siglo”.
Lejos quedan
ya los archivos celosamente guardados en armarios y ficheros cuyo inevitable
desenlace fue y será dormir el sueño del olvido. Por primera vez
investigadores, científicos, escépticos y todo el que quisiera tuvimos la
oportunidad de participar en una investigación en común, abierta y en directo;
aportar, sumar, refutar, debatir, exponer puntos y contrapuntos y buscar
juntos, entre todos y siempre en honor a la verdad. Lo cual derivó en la
resolución de las diapositivas como lo que eran: otra falacia más que pretendía
asentarse en el lecho de la comunidad ufológica con una praxis similar a la
empleada por Santilli.
Como
investigadores y divulgadores nos debemos al empirismo, algo que resumió con
maestría el profesor Asimov cuando aseveraba: “Con la confianza en el juego limpio de la Naturaleza, el hombre
necesitaba conseguir un sistema ordenado para aprender la forma de determinar,
a partir de los datos observados, las leyes subyacentes. Progresar desde un
punto hasta otro, estableciendo líneas de argumentación, supone utilizar la
<<razón>>. Un individuo que razona puede utilizar la
<<intuición>> para guiarse en su búsqueda de respuestas, mas para
apoyar su teoría deberá confiar, al fin, en una lógica estricta. Para tomar un
ejemplo simple: si el coñac con agua, el whisky con agua, la vodka con agua o
el ron con agua son brebajes intoxicantes, puede uno llegar a la conclusión que
el factor intoxicante debe ser el ingrediente que estas bebidas tienen en
común, o sea, el agua. Aunque existe cierto error en este razonamiento, el
fallo en la lógica no es inmediatamente obvio, y, en casos más sutiles, el
error puede ser, de hecho, muy difícil de descubrir”.
Encontrar
errores y falacias en la argumentación de cualquier hipótesis o razonamiento ha
sido un ejercicio intelectual practicado desde antiguo. Ha ocupado a los
pensadores griegos y llega con la misma fuerza hasta nuestra actualidad. De hecho,
los fundamentos y reglas de la “lógica sistemática” fueron definidos en el
siglo IV a. de J.C. por Aristóteles de Estagira, cuando resumió en sus escritos
las bases de un razonamiento lógico.
Veinticinco
siglos después, José Antonio Caravaca -junto con todos los partícipes de la
investigación- da fe de ello con una exploración contundente y rigurosa de las
evidencias que derribó los argumentos que pretendieron afianzar una realidad
tras las “falsas” diapositivas de Roswell.
Algo está
cambiando. Sí. Y si dejamos de mirar nuestro ombligo y colaboramos de forma
activa, unos con otros y siempre en honor a la verdad, el fenómeno OVNI, sí o
sí, será dotado del rigor científico que siempre se le ha reprochado como
carencia. Haremos investigaciones cada vez más elaboradas y contundentes y, al
mismo tiempo, evitaremos, como ha sucedido aquí, que una falacia se instale en
el inconsciente colectivo y pase años reverberándose en el mundo de las
paraciencias.
Obras como
la que ocupa esta nota, son un claro ejemplo de ello. Es literatura que en el
tiempo se convertirá en historia. Y si bien es cierto que jamás sabremos la
realidad tras el incidente de Roswell, poseemos suficientes elementos de juicio
para pensar que se nos oculta, desde el inicio de la era de la información, un
conocimiento que trascenderá las bases actuales del conocimiento humano. Un
saber que nos pertenece por derecho y que perseguiremos por los siglos de los
siglos. Porque somos curiosos, inteligentes, sabios, inocentes, ignotos y
torpes. Somos humanos y en la imperfección de nuestra conciencia reside nuestra
belleza como especie. Una especie que merece mucho más y por esa razón la
búsqueda seguirá, en adelante, con métodos más efectivos y elaborados.
Este libro
constituye uno de esos documentos que todos los estudiosos debemos tener en
nuestra biblioteca para, tal vez, explicarle un día a nuestros hijos: “Aquí, a raíz de este suceso, cambiamos
nuestra metodología y la humanidad, al igual que un cardumen de peces,
avanzamos juntos, moviéndonos todos a una, hacia nuevos parámetros del
conocimiento. A partir de aquí, se produjo un despertar de conciencia sin
precedentes que transformó por completo la investigación en el siglo XXI”.
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