domingo, 9 de octubre de 2022

PASAPORTE A "MAONIA"...

 




No. No me equivocado al escribirlo. Magonia el mítico reino que sirvió de inspiración a Jacques Vallée para el título de su libro Pasaporte a Magonia (1969) nunca existió, al menos no con ese nombre. Un interesante estudio de Juan Antonio Jiménez Sánchez Profesor titular Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología Doctor en Geografía e Historia por la Universidad de Barcelona, demuestra que probablemente se trató de un error de Agobardo de Lyon al transcribir el relato de unos aldeanos que le hablaron de unos seres que, con artes mágicas, les robaban las cosechas. En un documentado trabajo titulado «¿Magonia o Maonia? Sobre los orígenes del nombre de una tierra mítica» (25/06/2020), Jiménez Sánchez decía que: «El nombre de Magonia, el mítico país del que arribaban unos barcos voladores cuyos aeronautas se llevaban los frutos caídos por la acción del granizo, ha devenido extraordinariamente célebre en los últimos siglos, especialmente entre los ufólogos del siglo xx, quienes lo han citado de manera incansable como un ejemplo de avistamientos de ovnis en tiempos medievales. Sin embargo, este nombre tan repetido corresponde en realidad a un hápax [dicho una sola vez] que tan solo documentamos en Agobardo de Lyon, quien lo cita en una única ocasión en su De grandine et tonitruis (escrito ca. 816). A partir del descubrimiento de las obras de Agobardo en 1605, el topónimo fue ganando en importancia hasta el punto de que el afamado ufólogo Jacques Vallée tituló su obra más conocida como Passport to Magonia: From Folklore to Flying Saucers (1969); además, una de las revistas másconocidas sobre el tema también se llama Magonia. Floro de Lyon (siglo ix) recogió asimismoel nombre de esta tierra en un escolio a una obra de Agustín de Hipona, aunque en esta ocasión el diácono lionés denominó Maonia a esta tierra así como llamó maones a sus habitantes —Agobardo, en cambio, solo aludió al nombre de la tierra, pero jamás al de sus habitantes, que por lógica deberían ser «magonios»—.Estas diferencias nos llevan a plantearnos cuál fue el nombre originario de este lugar y cómo llegó a gestarse dicho topónimo, unas cuestiones a las que, en la medida de lo posible, pretendemos ofrecer una respuesta en las presentes páginas».


El libro de Jacques Vallée Pasaporte a Magonia en su versión inglesa




Tras estudiar todas las fuentes históricas, el historiador logró hallar la primera referencia: «El primer testimonio lo documentamos en la Vita Richarii primigenia, la más antigua de las biografías que conservamos sobre Ricario, el fundador del monasterio de Centula (actual abadía de San Ricario, en Picardía) ca. 625. Según Albert Poncelet (1903, 184), la redacción de esta uita habría que situarla a finales del siglo vii. En su segundo capítulo, el anónimo autor nos narra la conversión al cristianismo de Ricario gracias a la predicación de Ficor y Caidoc, dos misioneros irlandeses que habían acudido a evangelizar el condado de Ponthieu. Sin embargo, una vez allí fueron acogidos de manera hostil por los habitantes del territorio, quienes los acusaron de ser dusi —nombre con el que designaban a los brujos— y hemaones. Se salvaron de la agresión de los lugareños tan solo gracias a la oportuna intervención del joven Ricario (…) Como vemos, aquí aparece el nombre de hemaones asociado al robo de cosechas. Dicha asociación se ve confirmada en otras fuentes de la siguiente centuria.» Otra fuente encontrada por el estudioso corresponde al monje misionero Pirminio que su obra Scarapsus (Compuesta en el segundo cuarto del siglo VIII entre el 725 y el 750). En el capítulo 22: «Pirminio censuraba algunas de las costumbres que los cristianos de su tiempo habían heredado de sus ancestros paganos. Entre ellas, se contaba la creencia en los tempestarios, individuos capaces de provocar tormentas con su sola voluntad. Pirminio también pedía a los fieles que no dieran nada a aquellos que aseguraban que los maones podían llevarse los frutos de la cosecha —y que, en consecuencia, a cambio de un pago podían evitar que los robaran—». Continúan las referencias que inciden en el término mauones: «También documentamos este término con ligeras diferencias en el otro testimonio del siglo viii. Se trata de un sermón anónimo que todavía no ha sido editado en su totalidad. Fue publicado de manera parcial por Wilhelm Levison en 1946 (…) En un pasaje de este sermón, el anónimo predicador ruega a sus oyentes que no crean en los mauones, de los que se dice que pueden robar las cosechas, ya que se trata de una superstición heredada de los paganos que cualquiera en su sano juicio rechazaría sin dudarlo (...) En este caso, la variante dialectal corresponde a mauones, pero el sentido continúa siendo el mismo: ladrones de cosechas por medios mágicos».

Magonia o Maonia, un reino habitado por magos que gustaban de robar cosechas montado en sus navíos aéreos.




Y aparece en escena el famoso relato de Agobardo de Lyon en el que se inspira Vallée: «Y llegamos de este modo al siglo ix, donde encontramos al más célebre testimonio acerca de este tema, Agobardo de Lyon, quien redactó su célebre De grandine et tonitruis, su primera obra. En el capítulo 2 de este tratado, el prelado lionés nos informa sobre la creencia de sus feligreses en una tierra mítica denominada Magonia, de la cual venían barcos sobre las nubes, y cuyos tripulantes se llevaban los frutos caídos por el granizo provocado por los tempestarios, a los que hacían valiosos regalos como muestra de agradecimiento (…) Por primera vez descubrimos noticias específicas acerca de estos misteriosos individuos que se dedicaban a robar cosechas mediante recursos mágicos: contemplamos cómo actuaban y averiguamos cuál es el nombre de su tierra de origen, Magonia, aunque sorprendentemente Agobardo no menciona el gentilicio de estos personajes, que sin duda debían ser bien conocidos dentro del imaginario colectivo de sus parroquianos». Pero tal como señala el estudioso: «Algunos años después, Floro, diácono de la Iglesia de Lyon durante el episcopado de Agobardo, realizó una interesantísima alusión a esta tierra y a sus fabulosos habitantes en un escolio a un pasaje del tratado antimaniqueo Contra Faustum de Agustín de Hipona, conservado en el manuscrito Lyon B.M. 610 (f. 12v)9. Mediante una etimología errónea, Floro relaciona la doctrina de Manes con el fabuloso país de Maonia y sus habitantes maones»

Para Jiménez Sánchez aquí puede estar la clave del asunto: «Se observan algunas importantes diferencias respecto al texto de Agobardo —que, por otro lado, Floro debía conocer bien—. Para empezar, los nombres: Floro ofrece la forma maones, que hemos visto en textos del siglo viii y que seguramente todavía debía resultar habitual en la diócesis lionesa durante la siguiente centuria. Además, Floro también expone el nombre de la mítica tierra de los maones, Maonia, que difiere en una letra de la forma presentada por Agobardo. Por otro lado, y a diferencia de Agobardo, para quien Magonia tan solo representaba un detalle que le servía para ilustrar la estupidez de la creencia en los tempestarios —y de ahí que la citara tan solo en una única ocasión en toda su obra—, Floro pone precisamente el acento en Maonia y en sus habitantes los maones para ponerlos en relación con Manes y su herejía, y exponer esta superstición como una muestra más del error de los maniqueos». Para el historiador la única referencia a Magonia es la de Agobardo. Pero, ¿cuál puede ser su origen?: «Ya en las primeras décadas del siglo xix, Jacob Grimm (1835, 367) consideró que el nombre de Magonia parecía tener su origen en un territorio donde se hablaba latín, y que podía relacionarse con el término magus, de modo que la tierra sería un «país mágico» (Zauberland). Unos treinta años más tarde, Pierre Chevallard (1869, 74) recogió esta interpretación y definió Magonia como el «pays des Magiciens». Esta identificación de Magonia con el «País de los magos» es la que más éxito ha tenido en la historiografía posterior. De este modo, lo observamos en numerosos autores de los siglos xx y xxi (…) Sin embargo, diversos investigadores han buscado otras interpretaciones que resultaran también más o menos sugestivas. Michele C. Ferrari (2003, 169-170), aunque reconoce que la opción más fácil y convincente es contemplar Magonia como un derivado del vocablo magus y traducirla como «Tierra mágica», considera que tal vez se podría asociar con algo todavía más concreto. De este modo (Ferrari 2003, 170), especula con algunas posibilidades geográficas, como por ejemplo la Tierra de Magog, de donde, según las Escrituras (Ez 38, 9), su soberano Gog vendrá en el fin de los tiempos «como una tormenta» (quasi tempestas); el puerto de Majuma (o Maiuma, cerca de Gaza); o Puerto Mahón (Portus Magonis, en Menorca)12. E incluso Ferrari llega a recordar la ma[1]gona o maona (del árabe ma’úna, ‘ayuda mutua’), una sociedad mercantil de carácter financiero que algunas repúblicas italianas (especialmente Génova) pusieron en funcionamiento a finales de la Edad Media a fin de afrontar mejor grandes empresas comerciales marineras que de otro modo no hubieran podido llevar a cabo; sin embargo, en este caso, evidentemente, el principal escollo para poner este nombre en relación con la Magonia de Agobardo es el cronológico. Por su parte, Henri Platelle (2004, 107 y 111, n. 11), sin llegar tampoco a descartar la hipótesis de «Tierra de magos», considera viable que se trate de la «Tierra de mahometanos». Otros investigadores han intentado desligar el nombre de Magonia de un topónimo concreto y han querido buscar su origen en una casuística muy diversa. Ya a mediados del siglo xix, Felix Liebrecht (1856, 62) relacionó Magonia con vocablos arcaizantes que servían para denominar el género de nube de tormenta en el antiguo alemán (Old High German)» maganwetar —vocablo relacionado con el del antiguo escandinavo veđrmegin13—; el nombre de Magonia habría sido creado y latinizado a partir de la primera parte de maganwetar, el cual habría perdido su segunda mitad». Y ¿se trataba de seres mágicos?: «Monica Blöcker (1981, 124) relacionó el nombre de Magonia con los maones de los que habló Pirminio y consideró que estos ladrones de cosechas se adecuaban al país de Magonia lingüística y fácticamente («Zu dem Land Magonia passen sprachlich und sachlich die maones, die Ernteräu[1]ber»). Karl Heidecker (1995, 179) también realizó la misma asociación y planteó la interesante cuestión acerca de si tal vez, bajo la creencia en los maones —los delincuentes itinerantes sospechosos de robar la cosecha mediante sus poderes demoníacos—, lo que se escondía en realidad era el miedo a las personas vagabundas de las que se pensaba que engañaban y robaban las cosechas para poder ganarse la vida».


Pasaporte a Magonia en su edición en español.



La conclusión de Juan Antonio Jiménez Sánchez señala que: «Ya en el siglo ix sabemos algo más sobre cómo eran percibidos [los maones] en el territorio de Lyon gracias al testimonio de Agobardo: viajaban en barcos que volaban por encima de las nubes. El obispo incluso nos proporciona el nombre de su patria: Magonia. Este topónimo es un hápax y nos inclinamos a pensar que se trata de una creación de Agobardo. Podría pensarse que los campesinos hablaron a su prelado acerca de los maones y del peligro que representaban, aunque nada le dijeron acerca del nombre de su patria de origen; tan solo le comentaron que estos viajaban en barcos voladores. Agobardo consideró que, si viajaban en barcos, los aeronautas deberían proceder de algún lugar, por lo que creó el topónimo a partir de una asociación etimológica: como eran maones, debían proceder de Maonia, pero dado que este nombre no tenía sentido para él, lo cambió por Magonia, la Tierra de los magos. No obstante, creemos que la realidad pudo ser de otra manera. Algunos años después de que Agobardo escribiera el De grandine et tonitruis, Floro recogió los elementos principales de esta superstición, incluidos los nombres pertinentes, en una glosa al Contra Faustum de Agustín de Hipona. Acerca de cómo llegó él hasta esta creencia, si lo hizo tan solo a través de la obra de Agobardo o a través del testimonio de los campesinos, debemos rechazar, por absurda, la idea de que Floro —quien poseía una cultura enciclopédica y tenía a su disposición la rica biblioteca episcopal de Lyon— no hubiera conocido el tratado de su obispo. Por otro lado, el hecho de que en su escolio recoja el nombre de los maones y de Maonia —en una forma diferente a la que había ofrecido Agobardo— nos lleva a pensar que también habría sido informado por los campesinos, quienes le habrían proporcionado tanto la historia como los nombres de los magos y de su patria. Y esto nos conduce a formular la hipótesis acerca de cómo habría surgido el nombre de Magonia. Informado por sus feligreses acerca de todas estas fantasías —como posteriormente lo sería el diácono Floro—, Agobardo las habría incluido solo de manera parcial en su escrito: no introdujo el nombre de los maones, sino que se limitó a decir de ellos que llegaban hasta la diócesis de Lyon en barcos que volaban sobre las nubes con el fin de llevarse los frutos caídos por el granizo que a su vez había sido provocado por los tempestarios; sí que incluyó, en cambio, el nombre de su tierra de origen. Pero resulta muy probable que cuando oyó que los campesinos le decían que se llamaba Maonia, Agobardo pensase que este nombre no tenía ningún tipo de sentido (¿tal vez porque estimó que los rústicos no lo pronunciaban bien?), de modo que decidiría modificarlo a fin de proporcionarle algún significado lógico. Y teniendo en cuenta que los maones eran magos, Agobardo creyó que su patria debía denominarse Magonia, es decir, «Tierra de los magos», y así lo consignó en su obra. En consecuencia, este nombre tuvo una historia azarosa. Tuvo su origen más remoto en un topónimo real —Hemonia (o Tesalia), la cuna de la magia—, para pasar luego a perder este componente gentilicio —de tal modo que los hemaones o maones serían tan solo una categoría más de magos— y recuperarlo en el siglo ix con Agobardo, mediante la creación del nombre de una tierra ya absolutamente mítica y fabulosa, Magonia, el lugar del que venían unos navíos volando por encima de las nubes». Lo dicho Pasaporte a Maonia….




JOSE ANTONIO CARAV@CA



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