En un país donde la religión y la política caminan de la mano, no sorprende que los OVNIs también hayan sido absorbidos por ciertas corrientes del cristianismo evangélico en Estados Unidos. En su artículo “Televangelists, Flying Saucers, and Soul Eaters”, el académico Benjamin Daniel Crace explora cómo la ufología ha sido reinterpretada dentro de los marcos apocalípticos del evangelicalismo, transformando platillos voladores en heraldos del juicio divino o en demonios interdimensionales. Crace enmarca su análisis dentro del género literario de la “jeremiada”, aquellos sermones puritanos que advertían sobre los castigos divinos por los pecados de la sociedad. En este contexto, el fenómeno OVNI se convierte en una moderna señal apocalíptica. Como afirma el autor, “el evangelicalismo estadounidense está escribiendo su propia mitología OVNI, una mezcla de conspiración, excepcionalismo estadounidense, milenarismo y sobrenaturalismo renovado.”
Todo comenzó el 24 de junio de 1947, cuando el piloto Kenneth Arnold avistó los primeros objetos voladores no identificados, lo que posteriormente fue reforzado por el incidente de Roswell. Poco después, el evangelista pentecostal Orval Lee Jaggers publicó Flying Saucers! (1952), obra pionera en interpretar los OVNIs como querubines bíblicos que anunciaban el juicio sobre una “América pecadora”. En su retórica apocalíptica, Jaggers afirmaba: “POR LOS PECADOS DE ESTADOS UNIDOS... LOS PLATILLOS VOLADORES... LOS QUERUBINES O RUEDA DENTRO DE LA RUEDA... ESTÁN SOBREVOLANDO AMÉRICA COMO UNA ADVERTENCIA DE QUE LOS JUICIOS DE DIOS ESTÁN A PUNTO DE CAER SOBRE ESTA NACIÓN IMPÍA.”
Años después, sin embargo, esta visión angelical fue sustituida por una más siniestra. Otros predicadores comenzaron a ver a los extraterrestres no como mensajeros divinos, sino como demonios disfrazados. Hal Lindsey, en Planet Earth 2000 A.D., y Pat Robertson, quien llegó a afirmar que quienes creen en OVNIs deberían ser apedreados, marcaron esta transición hacia una “ufología demonizada”. Una figura central en esta evolución es Michael Heiser, teólogo evangélico y novelista, autor de The Façade. En su libro, los extraterrestres son en realidad “entidades no humanas” demoníacas que colaboran con el gobierno estadounidense para engañar a la humanidad. Crace analiza esta obra como ejemplo de “hiperrealidad”, donde la línea entre la ficción y la verdad se borra deliberadamente. Como señala Guy Malone, un promotor de estas ideas: “La novelización de lo que probablemente está ocurriendo en todas esas bases subterráneas es, probablemente, lo más cercano a ‘la verdad’ que se haya impreso.”
The Façade reproduce documentos reales (al menos supuestamente), mezcla textos apócrifos como el Libro de Enoc y hace afirmaciones que difuminan la frontera entre narrativa y teoría conspirativa. Crace observa que Heiser “modela un imaginario donde hechos discutidos y ficción verdadera se mezclan para generar propaganda apologética a favor de una ufología demonizada.”
Pero más allá de su contenido, Crace sostiene que este tipo de literatura cumple una función mistagógica: inicia al lector en una forma específica de interpretar el mundo. Siguiendo a teóricos como Wolfgang Iser y Jeffrey Kripal, sostiene que el lector, al sumergirse en estos textos, participa en una experiencia espiritual que difumina la línea entre lo subjetivo y lo objetivo. La novela se convierte así en un canal para una revelación gnóstica. Como afirma Crace: “El entretenimiento es adoctrinamiento”, sugiriendo que estas obras “entrenan y socializan [a los lectores] en aquellos mismos elementos del evangelicalismo estadounidense que han estado implicados en su giro religio-político.”
Heiser, según Crace, forma parte de una tercera corriente de “literatura oculta” surgida después de la Segunda Guerra Mundial: la literatura cristiana esotérica. A diferencia de Tolkien o Lewis, quienes ofrecían alegorías morales o teológicas, Heiser ofrece una conspiración literalizada y actualizada, combinando demonología, ufología y exégesis bíblica en un mismo paquete narrativo. Como escribe el autor: “El hiperrealismo de Heiser sugiere... que The Façade ‘podría resultar ser cierto.’”
Crace concluye que el paso de los OVNIs como ángeles a su demonización se alinea perfectamente con el giro político y conspirativo del evangelicalismo estadounidense. Lo que comenzó como un aviso celestial se ha convertido en una guerra espiritual y cultural en la que el enemigo ya no es solo el “mundo secular”, sino entidades interdimensionales decididas a engañar y destruir. Crace ironiza: “Una vez que los extraterrestres y Satanás se juntan para tramar el fin del mundo, QAnon parece una fuente respetable.”
En su estudio, el autor analiza cómo este resurgimiento del interés político por los OVNIs desde 2017, con los denominados UAPs del Pentágono, ha sido interpretado por los evangélicos dentro de un marco conspirativo y apocalíptico. Crace no aborda los detalles técnicos de los informes desclasificados, pero sí advierte que esta nueva atención estatal al fenómeno ha sido leída por los creyentes fringe (marginales, pero cada vez más influyentes) como un preludio de una gran revelación metafísica. En este contexto, Crace destaca la figura de Guy Malone, un abducido convertido en activista evangélico, que organiza conferencias paralelas al Festival del OVNI en Roswell. Estas reuniones no celebran el contacto extraterrestre, sino que denuncian el fenómeno como un engaño satánico. Como señala Crace: “Malone... vive en Roswell con el objetivo declarado de ayudar a las personas a ver el engaño detrás de la imagen de las abducciones alienígenas.”
En ese mismo espacio ha participado Michael Heiser, quien combinó filología bíblica con ufología conspirativa en su novela The Façade. Para Heiser —y según Crace, para un creciente sector de evangélicos— los “extraterrestres” no son seres de otros planetas, sino entidades interdimensionales: demonios ancestrales que buscan poseer cuerpos humanos para ejecutar su venganza contra Dios. Esta interpretación conecta directamente con textos como el Libro de Enoc y la figura bíblica de los Nephilim. Una fuente clave en esta visión es el periodista Nick Redfern, quien en su libro Final Events relata la supuesta existencia de un grupo secreto del gobierno estadounidense, la “Collins Elite”, dedicado a investigar el componente demoníaco de los OVNIs. Crace cita al sacerdote Ray Boeche, informante de Redfern, quien asegura que miembros del Departamento de Defensa estaban convencidos de que estas entidades “no eran extraterrestres en absoluto; creían que eran algún tipo de entidades demoníacas.”
Frente a la actual oleada de informes oficiales, Crace advierte que el evangelicalismo estadounidense no sólo está produciendo respuestas teológicas o exegéticas, sino también narrativas populares, como novelas, podcasts y medios alternativos que configuran una mitología OVNI cristiana. Lejos de representar una simple curiosidad marginal, estas respuestas están penetrando con fuerza en el imaginario colectivo de los creyentes. Crace subraya la importancia de entender estos discursos como parte de una estrategia mistagógica: los textos no sólo informan o entretienen, sino que inician a los lectores en una cosmovisión conspirativa donde los gobiernos, los medios, e incluso los científicos colaboran —consciente o inconscientemente— con fuerzas ocultas. En sus palabras: “The Façade puede funcionar como un texto mistagógico que inicia a los lectores en una forma de estar en el mundo que ‘sabe’ lo que realmente está ocurriendo detrás de la fachada.”
Así, la creciente apertura del gobierno estadounidense respecto a los OVNIs —que muchos ven como un paso hacia la “divulgación”— es interpretada por este sector evangélico no como un avance, sino como una trampa espiritual. La “divulgación” es vista como un engaño masivo, diseñado para apartar a la humanidad de la verdad bíblica y preparar el escenario para el Anticristo. En resumen, Benjamin Crace ofrece en su trabajo una lectura crítica y profundamente contextualizada de cómo el nuevo interés oficial en los OVNIs ha sido absorbido y reinterpretado dentro de una larga tradición evangélica estadounidense que mezcla apocalipsis, nacionalismo, literatura fantástica y una demonología moderna. Y en esa mezcla explosiva, el platillo volador no es sinónimo de contacto con otras civilizaciones, sino de apocalipsis.
Fuente: Benjamin Daniel Crace, “Televangelists, Flying Saucers, and Soul Eaters: A Contemporary Account of Occult Christianity’s Ufology.” Pacific Coast Philology, Vol. 57, No. 1, 2022.
JOSE ANTONIO CARAV@CA
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