jueves, 31 de julio de 2025

EL MISTERIOSO MONOPOLIO DEL GOBIERNO DE ESTADOS UNIDOS SOBRE LA NARRATIVA OVNI

 




En un mundo totalmente globalizado donde la información circula con inmediatez, es como mínimo llamativo —e incluso sospechoso— que la conversación pública y oficial sobre los OVNIs (o UAPs, Fenómenos Anómalos No Identificados, como ahora se les denomina) haya estado dominada casi exclusivamente por los Estados Unidos desde los orígenes de este enigma en 1947. Si realmente estuviésemos siendo visitados por inteligencias no humanas, revelar al mundo un hallazgo de tal magnitud, sin duda la noticia más trascendental en la historia de la humanidad sería un acto del que cualquier gobierno querría atribuirse el mérito. Colgarse la medalla.

Entonces, ¿por qué ningún otro país parece querer o poder asumir el protagonismo de este descubrimiento monumental? Ni Rusia ni China competidores feroces de los Estados Unidos han entrado en esta carrera por la gloria. Esta asimetría plantea más preguntas que respuestas.

¿Cómo es posible esto? Analicemos que causas podrían explicar este panorama:

¿UN ACUERDO GLOBAL DE SILENCIO?

La primera hipótesis que algunos plantean es la existencia de algún tipo de acuerdo internacional para mantener el asunto en secreto. Sin embargo, esta posibilidad tropieza con un problema fundamental: la falta histórica de coordinación global entre naciones en casi cualquier otro ámbito relevante. En un mundo donde no se logra consenso ni siquiera sobre el cambio climático o conflictos bélicos, ¿es verosímil pensar que más de 190 países guarden silencio coordinado sobre algo tan colosal como la presencia de inteligencias no humanas en la Tierra?

¿Y SI SIMPLEMENTE NO EXISTEN?

La opción escéptica lo tiene claro. Los OVNIs no existen como fenómeno inteligente o extraordinario, sino que son malinterpretaciones, errores de sensores, ilusiones ópticas o fenómenos atmosféricos. Esto explicaría por qué solo EE.UU. —con su potente aparato mediático y político— sostiene el tema en la agenda pública, mientras el resto del mundo lo ignora por considerarlo irrelevante o infundado. Pero esta tesis, todo hay que decirlo, se debilita frente a múltiples testimonios e informes que indican la existencia de un fenómeno desconocido.

¿UN FENÓMENO DIFUSO, MÁS ALLÁ DE NUESTRAS CATEGORÍAS?

La tercera vía es quizás la más inquietante para explicar esta hegemonía estadounidense. Lo que estamos observando, el fenómeno, no se ajusta a las nociones convencionales de lo que entendemos como tecnología o inteligencia. Quizás no se trata de “naves” ni de “seres” como los imaginamos, sino de un fenómeno que se manifiesta de forma ambigua, errática o incluso adaptativa. En ese caso, muchos gobiernos podrían simplemente no saber cómo enfrentarlo, o no querer lidiar con sus implicaciones culturales, religiosas, filosóficas o militares. Esta posibilidad explicaría tanto la falta de acción internacional.

4. SUPERIORIDAD TECNOLÓGICA DE EE.UU.

Estados Unidos podría estar en posición de liderazgo porque tiene más información, mejores sensores, o incluso restos de tecnología recuperada. Esto reforzaría su rol como único vocero oficial y permitiría controlar el ritmo de divulgación, convirtiendo el tema en una herramienta de poder o negociación geopolítica.

5. UNA AGENDA DE DESINFORMACIÓN

También podría tratarse de una estrategia de manipulación o distracción, como parte de programas de guerra psicológica, pruebas de tecnologías secretas, o incluso una narrativa diseñada para justificar nuevas inversiones militares. Esta teoría es incómoda, pero no puede descartarse en el contexto de la historia de operaciones encubiertas.

¿CÓMO DEBERÍAMOS INTERPRETAR ESTE SILENCIO GLOBAL?

La ausencia de una postura clara por parte del resto del planeta sobre los OVNIs debería extrañarnos tanto como los propios avistamientos. Ya sea por desconocimiento, indiferencia, temor o incapacidad, el hecho de que ningún otro país lidere su propia narrativa sugiere que quizás el fenómeno OVNI supera nuestras categorías científicas y culturales actuales. Puede que los gobiernos no estén en silencio por complicidad o unanimidad, sino porque no saben cómo interpretar lo que están viendo o estudiando. A diferencia de otras amenazas o descubrimientos, estas manifestaciones parecen no encajar en ninguna casilla conocida: ni amenaza militar convencional, ni avance tecnológico, lo cual hace que su gestión sea casi imposible dentro de unas rígidas estructuras estatales tradicionales. El riesgo de provocar confusión, pánico o desconfianza en las instituciones podría ser la causa de que muchos gobiernos hayan optado por el paso atrás. Actuar cómo si no pasara nada.

También es importante señalar que el método científico está diseñado para estudiar fenómenos medibles, replicables y bien delimitados, por lo que tiende a incomodarse —o incluso a descartarlos de plano— ante hechos que no pueden reproducirse en laboratorio o cuyas implicaciones hacen saltar por los aires los marcos de comprensión actuales. Un fenómeno como los OVNIs, y las experiencias de encuentros cercanos que pulverizan por completo las leyes de la física conocidas, que no responden a patrones inteligibles, o que parecen tener un inquietante componente psicológico o incluso simbólico, podría estar más cerca del terreno de lo filosófico y sobrenatural que del tecnológico. Y eso desarma y asusta a las gobiernos.

En ese sentido, el mutismo de la mayoría de los países no debe leerse solo como desinterés o subordinación a los Estados Unidos, sino como un síntoma de la incertidumbre global frente a algo que, por ahora, no encaja en ninguna parte y que prefieren evadir. De hecho, se tiene constancia de investigaciones oficiales realizadas en distintas partes del mundo, aunque es muy probable que no hayan arrojado los resultados esperados, por la propia la naturaleza profundamente anómala y esquiva de estos fenómenos.

Lo poco que sabemos con certeza de los OVNIs es que reflejan una realidad más profunda y compleja de lo que nuestras herramientas pueden abarcar. Incluso Estados Unidos —a pesar de su papel predominante— parece no tener una comprensión completa, lo que explicaría la constante confusión alrededor del tema.



JOSE ANTONIO CARAV@CA


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