En un mundo totalmente globalizado donde la información circula
con inmediatez, es como mínimo llamativo —e incluso sospechoso— que la
conversación pública y oficial sobre los OVNIs (o UAPs, Fenómenos Anómalos No
Identificados, como ahora se les denomina) haya estado dominada casi
exclusivamente por los Estados Unidos desde los orígenes de este enigma en
1947. Si realmente estuviésemos siendo visitados por inteligencias no humanas,
revelar al mundo un hallazgo de tal magnitud, sin duda la noticia más
trascendental en la historia de la humanidad sería un acto del que cualquier
gobierno querría atribuirse el mérito. Colgarse la medalla.
Entonces, ¿por qué ningún otro país parece querer o poder
asumir el protagonismo de este descubrimiento monumental? Ni Rusia ni China
competidores feroces de los Estados Unidos han entrado en esta carrera por la
gloria. Esta asimetría plantea más preguntas que respuestas.
¿Cómo es posible esto? Analicemos que causas podrían explicar
este panorama:
¿UN ACUERDO GLOBAL DE SILENCIO?
La primera hipótesis que algunos plantean es la existencia de
algún tipo de acuerdo internacional para mantener el asunto en secreto. Sin
embargo, esta posibilidad tropieza con un problema fundamental: la falta
histórica de coordinación global entre naciones en casi cualquier otro ámbito
relevante. En un mundo donde no se logra consenso ni siquiera sobre el cambio
climático o conflictos bélicos, ¿es verosímil pensar que más de 190 países
guarden silencio coordinado sobre algo tan colosal como la presencia de
inteligencias no humanas en la Tierra?
¿Y SI SIMPLEMENTE NO EXISTEN?
La opción escéptica lo tiene claro. Los OVNIs no existen como
fenómeno inteligente o extraordinario, sino que son malinterpretaciones,
errores de sensores, ilusiones ópticas o fenómenos atmosféricos. Esto
explicaría por qué solo EE.UU. —con su potente aparato mediático y político—
sostiene el tema en la agenda pública, mientras el resto del mundo lo ignora
por considerarlo irrelevante o infundado. Pero esta tesis, todo hay que
decirlo, se debilita frente a múltiples testimonios e informes que indican la
existencia de un fenómeno desconocido.
¿UN FENÓMENO DIFUSO, MÁS ALLÁ DE NUESTRAS CATEGORÍAS?
La tercera vía es quizás la más inquietante para explicar
esta hegemonía estadounidense. Lo que estamos observando, el fenómeno, no se
ajusta a las nociones convencionales de lo que entendemos como tecnología o
inteligencia. Quizás no se trata de “naves” ni de “seres” como los imaginamos,
sino de un fenómeno que se manifiesta de forma ambigua, errática o incluso
adaptativa. En ese caso, muchos gobiernos podrían simplemente no saber cómo
enfrentarlo, o no querer lidiar con sus implicaciones culturales, religiosas,
filosóficas o militares. Esta posibilidad explicaría tanto la falta de acción
internacional.
4. SUPERIORIDAD TECNOLÓGICA DE EE.UU.
Estados Unidos podría estar en posición de liderazgo porque
tiene más información, mejores sensores, o incluso restos de tecnología
recuperada. Esto reforzaría su rol como único vocero oficial y permitiría
controlar el ritmo de divulgación, convirtiendo el tema en una herramienta de
poder o negociación geopolítica.
5. UNA AGENDA DE DESINFORMACIÓN
También podría tratarse de una estrategia de manipulación o
distracción, como parte de programas de guerra psicológica, pruebas de
tecnologías secretas, o incluso una narrativa diseñada para justificar nuevas
inversiones militares. Esta teoría es incómoda, pero no puede descartarse en el
contexto de la historia de operaciones encubiertas.
¿CÓMO DEBERÍAMOS INTERPRETAR ESTE SILENCIO GLOBAL?
La ausencia de una postura clara por parte del resto del planeta
sobre los OVNIs debería extrañarnos tanto como los propios avistamientos. Ya
sea por desconocimiento, indiferencia, temor o incapacidad, el hecho de que
ningún otro país lidere su propia narrativa sugiere que quizás el fenómeno OVNI
supera nuestras categorías científicas y culturales actuales. Puede que los
gobiernos no estén en silencio por complicidad o unanimidad, sino porque no
saben cómo interpretar lo que están viendo o estudiando. A diferencia de otras
amenazas o descubrimientos, estas manifestaciones parecen no encajar en ninguna
casilla conocida: ni amenaza militar convencional, ni avance tecnológico, lo
cual hace que su gestión sea casi imposible dentro de unas rígidas estructuras
estatales tradicionales. El riesgo de provocar confusión, pánico o desconfianza
en las instituciones podría ser la causa de que muchos gobiernos hayan optado
por el paso atrás. Actuar cómo si no pasara nada.
También es importante señalar que el método científico está
diseñado para estudiar fenómenos medibles, replicables y bien delimitados, por
lo que tiende a incomodarse —o incluso a descartarlos de plano— ante hechos que
no pueden reproducirse en laboratorio o cuyas implicaciones hacen saltar por
los aires los marcos de comprensión actuales. Un fenómeno como los OVNIs, y las
experiencias de encuentros cercanos que pulverizan por completo las leyes de la
física conocidas, que no responden a patrones inteligibles, o que parecen tener
un inquietante componente psicológico o incluso simbólico, podría estar más
cerca del terreno de lo filosófico y sobrenatural que del tecnológico. Y eso
desarma y asusta a las gobiernos.
En ese sentido, el mutismo de la mayoría de los países no
debe leerse solo como desinterés o subordinación a los Estados Unidos, sino
como un síntoma de la incertidumbre global frente a algo que, por ahora, no
encaja en ninguna parte y que prefieren evadir. De hecho, se tiene constancia
de investigaciones oficiales realizadas en distintas partes del mundo, aunque
es muy probable que no hayan arrojado los resultados esperados, por la propia la
naturaleza profundamente anómala y esquiva de estos fenómenos.
Lo poco que sabemos con certeza de los OVNIs es que reflejan
una realidad más profunda y compleja de lo que nuestras herramientas pueden
abarcar. Incluso Estados Unidos —a pesar de su papel predominante— parece no
tener una comprensión completa, lo que explicaría la constante confusión
alrededor del tema.
JOSE ANTONIO CARAV@CA
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