Las discusiones sobre el origen de los UAP en los últimos tiempos, y sobre todo tras la publicación del esperado informe presentado ante el Congreso de los Estados Unidos (25/06/2021) son interminables y en la mayoría de las ocasiones sin resultado alguno más allá de un infinito debate. De hecho el término con el cual se ha "redefinido" a los OVNIS en pleno siglo XXI, UAPS ("fenómenos aéreos no identificados") es tan amplio, difuso y ambiguo que le resta casi la mayor parte de carga inexplicable que contenía las anteriores siglas. En la actualidad parece que bajo el manto de esta nomenclatura casi cualquier cosa que vuela por el cielo, desde un globo, un dron, una bandada de pájaros o un rayo en bola pudiera ser etiquetada como no identificada. Obviamente siempre existirán “cosas” que por una razón u otra no puedan llegar a ser identificadas convenientemente, sin que esto sea una evidencia de la existencia de nada extraordinario ni anómalo. Simplemente está demostrado que los errores (humanos y técnicos) y la falta de información pueden crear falsos eventos OVNIS imposibles de solucionar. Sin embargo muchas de estas controversias se acabarían si aplicáramos convenientemente el índice de extrañeza a todos los informes acopiados por el Departamento de Defensa. Se debería realizar un importante cribado antes de presentar un suceso UAP ante la opinión pública o la comunidad científica. Haciendo especial hincapié en los incidentes con mayor grado de extrañeza. Y no solo me refiero a los suceso donde se registran objetos que despliegan velocidades o movimientos imposibles para nuestra aeronáutica, sino que el tamaño y la forma de los objetos observados pueden ofrecer datos vitales para comprender si estamos realmente frente a un fenómeno desconocido. Y es que no es lo mismo, desde el punto estrictamente analítico, que un piloto se refiera a un objeto de 2 metros de envergadura que a una aeronave de 30 metros, y tampoco es lo mismo que se hable de una artefacto circular o un punto de luz en el cielo, a que se describa un objeto en forma de platillo con ventanas o un cilindro sin alas. Y no quiero decir con esto que los otros sucesos no puedan ser intrigantes ni dignos de estudio, sino que para acelerar los procesos analíticos se debería prestar mayor atención en primer lugar a los relatos que contengan un índice disparado de características de altísima extrañeza. Por tanto, habría que conocer, para erradicar de una vez por todas los debates estériles y que no conducen a ninguna parte, cuantos expedientes de alta extrañeza contiene los archivos del Pentágono. Sobre estos casos se deberían centrar las investigaciones y análisis. Y lógicamente este índice de extrañeza tiene que contener entre otras características: movimientos inteligentes, tamaños y forma inusuales. Lo demás será dar vueltas en círculo en un eterno bucle para no llegar a ninguna parte.
JOSE ANTONIO
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Y yo me pregunto, esta definición de vademecum es válida para los fenómenos aéreos,pero, ¿y lo que antes entendíamos como Osnis? oséase, los fenómenos anómalos submarinos? mucho silencio sobre ese tema...
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