En el vértice de este huracán generado en los últimos años repleto de llamativas revelaciones, casi nunca confirmadas, sobre la realidad sobre los fenómenos aéreos no identificados (UAP, por sus siglas en inglés) y los relatos de figuras como Lue Elizondo, se observa una serie de incongruencias bastante notorias en la que tenemos que poner el foco. De lo contrario nos arrastrará la tormenta mediática...
Según ha declarado en infinidas de ocasiones el exdirector del AATIP, los datos sobre 0VNIs/UAP permanecen estrictamente clasificados debido a implicaciones que conllevan para seguridad nacional, lo que obliga a manejar con cautela la información que se “filtra” por temor a acabar en la cárcel.
No obstante, en una aparente contradicción, recientemente se ha difundido un video grabado por el exmilitar Jacob Barber, quien documenta con su smartphone la recuperación de una nave no humana, sin que esto parezca generar repercusiones significativas, a pesar de su notable impacto en las redes sociales.
Esto plantea una disonancia fundamental: ¿cómo puede un asunto presentado reiteradamente como una amenaza crítica para la seguridad nacional estar rodeado de filtraciones tan permisivas?
Mientras Elizondo insiste en que su acceso a información clasificada restringe sus declaraciones públicas, contrasta con la creciente proliferación de personas que parecen expresarse sin mayores restricciones ni consideración por las implicaciones de sus afirmaciones.
Y estas acciones no solo no se persiguen judicialmente sino que se utilizan como elemento central para captar la atención del público y legitimar las investigaciones del Pentágono sobre UAP.
La narrativa tejida en torno a los UAPs del Pentágono parece diseñada para alimentar el misterio mientras mantiene una posición ambigua sobre la divulgación total. Este manejo estratégico permite a actores clave como Elizondo permanecer en el foco mediático, incrementando tanto la especulación pública como la percepción de amenaza.
A su vez, el discurso oficial refuerza la idea de que el fenómeno OVNI/UAP requiere investigación, mientras deja abierta la puerta a todo tipo de posibilidades, desde los orígenes terrestres (prototipos secretos propios o extranjeros) o extraterrestres/interdimensionales, dependiendo del auditorio.
El manejo del asunto sugiere que gran parte de esta campaña mediática podría tener fines más políticos, militares, de inteligencia o estratégicos que meramente científicos.
Hasta ahora, lo único evidente es la normalización del reporte de avistamientos por parte de militares y otras fuerzas operativas del Departamento de Defensa, lo que responde al interés de las agencias secretas en identificar qué artefactos terrestres están sobrevolando sus cielos. Anteriormente, el estigma asociado a los OVNIs disuadía a los testigos de informar estos eventos a través de los canales oficiales, dificultando así la detección de posibles amenazas externas.
Por tanto, resulta pertinente preguntarse si personajes como Elizondo son sinceros en su propósito de transparencia, o si más bien operan como engranajes dentro de esta gigantesca maquinaria cuidadosamente controlada y diseñada para mantener una atención estratégica sobre los UAP sin exponer sus verdaderos motivos.
JOSE ANTONIO CARAV@CA
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