Las conclusiones de Jacques Vallée sobre el ovni estrellado en 1945 en San Antonio (Nuevo México) son algo confusas y a lo largo del libro se mezclan varias ideas interesantes (por supuesto no tengo en cuenta los planteamientos de Paola Harris). Si bien por un lado, en alguna parte del texto, Vallée deja entrever la posibilidad de que este incidente pudo tratarse de algún tipo de prueba secreta, con vehículos experimentales que involucró también la participación de personas o niños deformes, los cuales habían sido sometido, a su vez, a todo tipo de atrocidades médicas, al final del libro opta por dar una explicación un poco más en consonancia con sus anteriores hipótesis aunque de una manera poco definida. Aunque durante el libro Vallée se desmarca claramente de la clásica hipótesis extraterrestre, se muestra contundente al afirmar que algo extraño se estrelló en el desierto aquel verano de 1945, y que los niños testigos implicados en el caso incluso recuperaron una parte de este artefacto y pudieron mantener un conato de contacto con la inteligencia que estaba detrás de este fenómeno. Pero Vallée se cuestiona la procedencia de esta nave tras analizar las muestras y comprobar que no había nada extraño en ellas: «"¿Qué tipo de alienígenas vendrían del otro extremo de la galaxia, solo para toparse con una onda de radio y estrellarse contra unos arbustos?" A lo que podríamos agregar, “¿Qué tipo de nave espacial interplanetaria contendría un material hecho de una aleación industrial humana común, sin identificación de marca, fabricado con dimensiones métricas precisas (30 cm de largo por 9 centímetros de alto) y diámetros métricos para todos los agujeros?"» Por lo que el conocido autor de Pasaporte a Magonia planteaba la posibilidad de que una inteligencia desconocida (no extraterrestre) ha estado enviado mensajes a la humanidad precisamente después de que esta descubriera la energía atómica, y su peligroso uso militar. El método de comunicación elegido seria poco usual ya se trataría de enviar una nave espacial que se estrellara contra la Tierra, para iniciar un dialogo con la especie humana. Por eso Vallée decía que: «¿Y si estos aparatos llamados OVNIS hubieran sido diseñados de tal manera para que no pudieran ser objeto de una ingeniería inversa por personas con nuestro actual nivel de conocimiento y desarrollo social?» Vallée está convencido que los OVNIS están «fabricados» con una tecnología mimética a la terrestre, aunque quizás conteniendo solo un poco de elementos desconocidos, para precisamente evitar que la ciencia humana consiga ningún avance radical de su análisis, porque el principal propósito que busca esta inteligencia es muy diferente al esperado por nuestra ciencia. Vallée señalaba que la parte física del fenómeno, como tal, es insustancial para profundizar en el fenómeno: «¿Y si el objeto fuera un producto de una forma de la física de la información (una ciencia en gestación) en lugar de un simple vehículo físico? ¿Y si su objetivo estuviera a otro nivel? En un nivel simbólico, ¿sobre nuestra forma de relacionarnos con la vida. En un nivel psíquico, ¿sobre nuestra relación con el universo? ¿Y si contuvieran una advertencia existencial?» ... Sin entrar en muchos más detalles Vallée advierte que existe «algo» indeterminado que se quiere comunicar con nosotros pero que aún no hemos aprendido a interpretar su mensaje, aunque sea tan persuasivo como enviarnos una nave espacial y estrellarla ante nuestras narices...
JOSE ANTONIO CARAV@CA
Que grande eres José Antonio, de CAI tenías que ser picha
ResponderEliminar;) Gracias!!!!
ResponderEliminarDe hecho, la opinión de Vallée no fue clara. Pero tuviste una gran lectura del libro. Gracias
ResponderEliminarPor cierto, ¿te han dicho que la teoría de la distorsión es muy similar al libro Solaris del ruso Stanislaw Lem (Tarkovski también hizo una película basada en ella)?
Hola Leornardo gracias por tus comentarios. Y si, tiene algún parecido con la novela.
EliminarSaludos